ATRAPAR AL LADRÓN
Resulta que tengo un sueño muy liviano, y en una de esas noches
noté que había alguien andando sigilosamente por el jardín
de la casa. Me levanté silenciosamente y me quedé siguiendo los
leves ruidos que venían de afuera, hasta ver una silueta pasando
por la ventana del baño.
Como mi casa es muy segura, con rejas en las ventanas y trancas internas
en las puertas, no me preocupé demasiado, pero estaba claro
que no iba a dejar al ladrón ahí, contemplándolo tranquilamente.
Llamé bajito a la policía e informé la situación
y di mi dirección.
Me preguntaron si el ladrón estaba armado, de que calibre era el arma, y si ya estaba dentro
de la casa.
Aclaré que de las características del arma no sabía nada, y que no había ingresado a la casa.
Me dijeron que no había ningún móvil
cerca para ayudar, pero que iban a mandar a alguien ni bien fuese posible.
Un minuto después llamé nuevamente y dije con voz calma:
- Hola, hace un rato llamé porque había alguien en mi jardín.
No hay necesidad de que se apuren. Yo ya maté al ladrón
con un tiro de escopeta calibre 12, que tengo guardada para estas situaciones.
¡ La pucha! ¡El tiro se lo pegué en la cara, e hizo un desastre sobre el tipo!
Pasados menos de tres minutos, había en mi calle 5 patrulleros de la Policía,
un helicóptero, una unidad de rescate, un equipo de TV, varios fotógrafos; 1 diputado, 2 concejales, el defensor del pueblo, el fiscal de turno, y un grupo de Derechos Humanos, que no se perderían esto por nada del
mundo.
La Policía agarró al ladrón infraganti, que estaba mirando todo con cara de asombro. Tal vez él estuviese pensando que era la casa
del Jefe de Policía.
En medio del tumulto, un comisario se aproximó y me dijo:
- Creí que había dicho que había matado al ladrón.
Yo contesté:
- Creí que me habían dicho que no había nadie disponible.
CUENTOS DEL REY ARTURO Y LOS CABALLEROS DE LA MESA REDONDA
1) HISTORIA DE BRUJAS
(colaboración de Claudio A.) |
2) LOS SENOS DE LA REINA (colaboración de César B.) Lancelot era un alto funcionario de la corte del Rey Arturo. Hacía ya algún tiempo, él sentía un deseo de chupar los voluptuosos senos de la Reina hasta extasiarse. Un día le reveló su deseo secreto a Merlin, el consejero del Rey, y le pidió que lo ayudara. Después de pensarlo bien, Merlín estuvo de acuerdo en ayudarlo a cambio de mil monedas de oro. Lancelot aceptó el precio. Al día siguiente, Merlin preparó un líquido que causaba comezón y lo derramó en el sostén de la Reina, que había dejado fuera mientras se bañaba. Poco después comenzó la comezón en sus senos, aumentando en intensidad a medida que pasaban las horas, dejando al Rey muy preocupado. Enseguida llamaron a Merlín para solicitar su opinión sobre el caso, a lo que él contestó que solamente una saliva muy especial aplicada por un período de cuatro horas curaría el mal. Merlín también dijo que afortunadamente esa saliva podría ser encontrada en la boca de Lancelot. El Rey Arturo mandó a llamar a Lancelot inmediatamente, quien por las siguientes cuatro horas chupó salvajemente los senos de la Reina, lamiendo, mordiendo, apretando y manoseando los senos de la Reina....... Lancelot hizo su sueño realidad. Satisfecho, Lancelot se encontró horas más tarde con Merlin. Como la misión de este ya estaba cumplida y su líbido estaba satisfecho, él se rehusó a pagar al consejero y encima se quedó indignado. Lancelot sabía que naturalmente Merlín nunca podría contar al Rey la verdad. Pero.... había subestimado a Merlin. Al día siguiente, Merlin para vengarse, colocó el mismo líquido en los calzoncillos del Rey, quien inmediatamente mandó a llamar a Lancelot. Moraleja : PAGÁ LAS DEUDAS |
Sir Ernest Rutherford, presidente de la Sociedad Real Británica y Premio
Nobel de Química en 1908, contaba la siguiente anécdota:
Hace algún tiempo, recibí la llamada de un colega. Estaba a punto
de poner un cero a un estudiante por la respuesta que había dado en un
problema de física, pese a que éste afirmaba con rotundidad que
su respuesta era absolutamente acertada.
Profesores y estudiantes acordaron pedir arbitraje de alguien imparcial y fui
elegido yo.
Leí la pregunta del examen y decía: "Demuestre cómo
es posible determinar la altura de un edificio con la ayuda de un barómetro".
El estudiante había respondido: "Lleva el barómetro a la
azotea del edificio y átale una cuerda muy larga. Descuélgalo
hasta la base del edificio, marca y mide. La longitud de la cuerda es igual
a la longitud del edificio".
Realmente, el estudiante había planteado un serio problema con la resolución
del ejercicio, porque había respondido a la pregunta correcta y completamente.
Por otro lado, si se le concedía la máxima puntuación,
podría alterar el promedio de sus de estudios, obtener una nota más
alta y así certificar su alto nivel en física; pero la respuesta
no confirmaba que el estudiante tuviera ese nivel.
Sugerí que se le diera al alumno otra oportunidad.
Le concedí seis minutos para que me respondiera la misma pregunta pero
esta vez con la advertencia de que en la respuesta debía demostrar sus
conocimientos de física.
Habían pasado cinco minutos y el estudiante no había escrito nada.
Le pregunté si deseaba marcharse, pero me contestó que tenía
muchas respuestas al problema. Su dificultad era elegir la mejor de todas.
Me excusé por interrumpirle y le rogué que continuara.
En el minuto que le quedaba escribió la siguiente respuesta:
"Coge el barómetro y lánzalo al suelo desde la azotea del
edificio, calcula el tiempo de caída con un cronómetro. Después
aplica la fórmula altura = 0,5 por A por T2. Y así obtenemos la
altura del edificio".
En este punto le pregunté a mi colega si el estudiante se podía
retirar.
Le dió la nota más alta.
Tras abandonar el despacho, me reencontré con el estudiante y le pedí
que me contara sus otras respuestas a la pregunta.
Bueno, respondió, hay muchas maneras, por ejemplo, coges el barómetro
en un día soleado y mides la altura del barómetro y la longitud
de su sombra. Si medimos a continuación la longitud de la sombra del
edificio y aplicamos una simple proporción, obtendremos también
la altura del edificio.
Perfecto, le dije, ¿y de otra manera?
Sí, contestó; este es un procedimiento muy básico para
medir un edificio, pero también sirve. En este método, coges el
barómetro y te sitúas en las escaleras del edificio en la planta
baja. Según subes las escaleras, vas marcando la altura del barómetro
y cuentas el número de marcas hasta la azotea. Multiplicas al final la
altura del barómetro por el número de marcas que has hecho y ya
tienes la altura. Este es un método muy directo.
Por supuesto, si lo que quiere es un procedimiento más sofisticado, puede
atar el barómetro a una cuerda y moverlo como si fuera un péndulo.
Si calculamos que cuando el barómetro está a la altura de la azotea
la gravedad es cero y si tenemos en cuenta la medida de la aceleración
de la gravedad al descender el barómetro en trayectoria circular al pasar
por la perpendicular del edificio, de la diferencia de estos valores, y aplicando
una sencilla formula trigonométrica, podríamos calcular, sin duda,
la altura del edificio.
En este mismo estilo de sistema, atas el barómetro a una cuerda y lo
descuelgas desde la azotea a la calle. Usándolo como un péndulo
puedes calcular la altura midiendo su período de precesión.
En fin, concluyó, existen otras muchas maneras.
Probablemente, siguió, la mejor sea coger el barómetro y golpear
con él la puerta de la casa del conserje. Cuando abra, decirle: señor
conserje, aquí tengo un bonito barómetro. Si usted me dice la
altura de este edificio, se lo regalo.
En este momento de la conversación, le pregunté si no conocía
la respuesta convencional al problema (la diferencia de presión marcada
por un barómetro en dos lugares diferentes nos proporciona la diferencia
de altura entre ambos lugares).
Evidentemente, dijo que la conocía, pero que durante sus estudios sus
profesores habían intentado "enseñarle a pensar".
El estudiante se llamaba Niels Bohr, físico danés, premio Nobel
de Física en 1922, más conocido por ser el primero en proponer
el modelo de átomo con protones y neutrones y los electrones que lo rodeaban.
Fue fundamentalmente un innovador de la teoría cuántica.